En casa, con mi esposa, estamos de acuerdo en que nuestros órganos y los de nuestros hijos – de servir – sean donados para salvar otras vidas.
Pero hasta tanto no salga la ley del presunto donante, van a seguir siendo los deudos quienes deberán dar el consentimiento para las ablaciones.
Tarea difícil para quienes quedan con vida y con el dolor de la pérdida.
Es muy difícil ponerse en la piel de quienes necesitan de un órgano donado para seguir viviendo.
Hasta tratar de imaginar a sus seres queridos, sufriendo día a día sintiendo que hay un reloj que va contando hacia atrás, y que va a llegar al cero más rápido que los de quienes no necesitan ser transplantados es una tarea casi imposible. Sigue leyendo