Cuando a veces me enojo con las miserias de la política -siempre pienso en la política de la Argentina- siento que quienes están dentro del sistema son no sólo son mezquinos y corruptos, sino que en muchos casos son incompetentes funcionales a los intereses de unos pocos «avivados».
En 3 días más tendré que ir a votar -en mi país el voto es obligatorio- y si bien ya tengo mi voto decidido, me preocupa que el resultado sencillamente termine favoreciendo a los que históricamente nos han arruinado la vida y el país.
Cada uno tiene su idea o ideología y se mantendrá fiel a ella. No está mal. Yo, desde hace un tiempo, me he replanteado quién es cada uno y que dice y hace o quién fue, qué dijo y qué ha hecho.
He decidido que voy a intentar que gane un candidato que desde el principio se mantuvo fiel a lo que dijo. Sin alianzas extrañas con partidos o políticos con diferentes ideologías.
Por si ayuda, les dejo el artículo que este filósofo (era doctor en filosofía) Julián Marías escribió para referirse a las elecciones y qué es lo que realmente se elige al votar.
Muestra una verdad que es aplicable a los políticos de diferentes partes del mundo.
Vale la pena leerlo.
¿Qué se elige?
En época de elecciones, ese rito indispensable de la democracia, se pueden producir ciertas deformaciones que perturban su sentido e inducen a error. La estructura de los partidos políticos, con disciplina más o menos rígida, listas «cerradas y bloqueadas», que limitan la libertad del elector y despersonalizan el resultado, lleva a plantear la cuestión en términos de «triunfo o derrota» de un partido sobre otros. A veces todo se reduce a mera «hostilidad», al afán destructor de un partido, al que se intenta desplazar del poder, o bien impedir su acceso al gobierno. La actitud meramente negativa lleva a total esterilidad al que la practica, y es lo primero que debería tener en cuenta el posible elector. Aparte de este riesgo, que es el más grave, cabe una inquietante dosis de «miopía» en el proceso electoral. Se atiende exclusivamente, o al menos de forma predominante, a los intereses particulares de un grupo, profesión o, en forma extrema, a los locales. Asombra la ceguera para todo lo común y general de todos los nacionalismos, para los que no existe más que una fracción del país, que no muestran el menor interés por el conjunto, dentro del cual va a tener realidad esa fracción, radicalmente «insuficiente». Las consecuencias llegan con frecuencia a lo grotesco.
Un paso más es la preocupación por lo que se suele llamar una «ideología», Sigue leyendo