Creo que para la mayoría de nosotros, en la escuela (sobre todo en la secundaria), estudiar matemáticas no sólo era aburrido, sino además incomprensible.
¿Para qué cuernos quería yo saber de ecuaciones con una, dos o chiquicientas incógnitas?
¿Qué utilidad práctica podían tener en el futuro teoremas como el de Pitágoras, que había muerto hacía tanto tiempo?
Era una verdadera pérdida de tiempo. La mayoría de los profesores daban la materia tal como venía «envasada» en el libro de matemáticas. Fórmulas, teorías, demostraciones y soluciones sin ningún «agregado» que las convirtiera en útiles.
Años después, cuando estaba cursando el primer año en la facultad (quise estudiar medicina. Alguna vez hablaré sobre el tema), la solución de un problema de matemáticas, me ayudó años después.
Sigue leyendo