Muchos arquitectos deben sentirse incomprendidos y hasta ignorados cuando sus edificios, realizados con detalles exquisitos, o extraños son olímpicamente ignorados.
Que gusten o no gusten es una cosa, pero que los ignoren…
Buenos Aires, que está construida arquitectónicamente de lo más ecléctica, tiene por todos lados «joyitas», que por culpa de nuestra actividad febril nunca -o casi- llegamos a descubrir.
Cuando se filmó la película Higlander II en Buenos Aires, tengo entendido que su director, Russell Mulcahy al pasar por la esquina de Belgrano Y Perú, quedó maravillado con unas estatuas que sostenían unos balcones e incluyó en la escenografía unas estatuas de ése tipo.
Un amigo mío, arquitecto, me dijo -si la memoria no me falla- que ese tipo de estatuas reciben el nombre de «fatigados».
Ahora bien, quién podría imaginarse que para ver la Estatua de la Libertad, los porteños no necesitábamos desplazarnos 8.454 km hacia el norte hasta llegar a New York…
Ésta es nuestra Estatua de la Libertad:
Esta estatua no está sola.
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