Gustave Gilbert fue psicólogo. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Nurembeg para servir de traductor en el juicio que se le inició a los prisioneros de guerra nazis.
En uno de sus diálogos con Hermann Göring, que era el segundo al mando luego de Adolf Hitler, el prisionero hizo una serie de «comentarios» que a pesar de haber sido hechos a mediados del siglo pasado, estremecen por lo actuales.
…Göring: «Por supuesto, la gente no quiere guerra. ¿Por qué querría un pobre diablo en una granja arriesgar su vida en una guerra cuando lo mejor que puede conseguir es volver a su granja de una pieza? Naturalmente, la gente de a pie no quiere guerra; ni en Rusia ni en Inglaterra ni en América, ni por supuesto en Alemania. Eso se entiende. Pero, después de todo, son los líderes del país los que determinan la política y es siempre algo muy simple arrastrar al pueblo, tanto si es una democracia, o un régimen fascista, o un parlamento o una dictadura comunista.»
Gilbert: «Hay una diferencia. En una democracia, la gente tiene algo que decir al respecto mediante sus representantes electos, y en los Estados Unidos sólo el Congreso puede declarar guerras.»
Göring: «Oh, eso está todo muy bien, pero, con voz o no, el pueblo siempre puede ser arrastrado a los deseos de los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que decirles es que están siendo atacados, denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y poner al país en peligro. Funciona igual para todos los países.»…
Cualquier semejanza con lo que está ocurriendo ahora, no es pura coincidencia.
Me espanta ver que pueden usarse los mismo métodos una y otra vez.
Pero más me preocupa ver que en lo que algunos denominan «la era de las comunicaciones», nadie nos ha comunicado nada de esto cuando recién comenzaba… y sin esperanzas de un nuevo Nuremberg a la vista.
La fuente: León el Africano.