Todavía recuerdo las películas en las que aparecían dinosaurios -en su mayoría clase B- que pasaban en Sábado de Súper Acción los sábados…
Recuerdo que me quedaba extasiado viendo tiranosaurios tratando de comerse a unos cowboys, o a cavernícolas que apenas si tenían una docena de palabras para comunicarse entre ellos.
Eran «gigantescos» reptiles que se movían casi siempre con movimientos espasmódicos, producto -claro- de la técnica de animación que se usaba en esa época.
Desde no hace muchos años, se construyeron parques temáticos, donde se puede pasear entre esos gigantescos monstruos que tienen movimientos mecánicos repetitivos.
Pero acabo de encontrar que hemos mejorado muchísimo en cuanto a la construcción de reptiles prehistóricos.
Podemos interactuar con ellos. Pero lo que es mejor: ¡Ellos interactúan con nosotros!
Lo primero que quiero que vean es cómo se fabrican dinosaurios de distinto tamaño; unos gigantescos y otros que podrían mirarnos a los ojos sin necesidad de hacerlo desde arriba. Me refiero a los carnívoros del tamaño de un humano, para sentirnos como en la película Jurassic Park.
Ahora imagínense estar en un museo y que aparezca un dinosaurio que nos huela, nos mire, nos siga e interprete nuestros movimientos.
¡Cómo me gustaría poder tener una experiencia así!