No estoy feliz, acabamos de perder 4 a 0 y es imposible estar alegre.
Pero estoy contento.
Aunque suene extrañísimo, siento que ambas frases no tienen un sentido contradictorio entre sí.
Es que no puedo estar triste. Tal vez podría definirlo como apenado, pero en cuestión de sentimientos y de las palabras que cada uno de nosotros utiliza para expresarlos, puede haber mucha diferencia y suceder que el mensaje no se entienda.
Voy a tratar de aclarar un poco.
No estar feliz, no implica estar triste, que es el sentimiento opuesto.
Así como no tener sensación de hambre no significa tener sensación de saciedad.
Por supuesto que me encantaría poder estar feliz, festejando el pase de Argentina a la siguiente ronda del mundial, pero nos ganó una Alemania que estuvo bien plantada y que aprovechó casi todas las oportunidades que tuvo.
No hay nada para discutir en ese sentido.
Pero estoy contento por otro motivo.
La selección argentina fue un equipo.
No eran individuos (no había individualidades), eran todos uno solo. Todos con la misma idea en la cabeza: que el equipo gane, no que Messi nos salvara o nos guiara, sino que entre todos tenían que derrotar al rival.
Jugamos siempre a ganar, incluso cuando contra México sufrimos la presión del rival que nos ahogó durante muchos minutos.
Porque no salió nunca nuestro equipo a esperar al rival. Siempre fuimos a apurar, siempre para adelante, a ganar o ganar.
Estoy contento porque entre otras cosas, Martín Palermo pudo pasar a la historia o al Guiness no sólo porque erró tres penales en un mismo partido jugando para su selección, sino por ser el debutante «más viejo» y por haber convertido un gol en el mundial en esas circunstancias.
Diego Maradona confió en él, y acertó. Nadie creía en «el gran Martín» y nos dio antes la alegría de un gol clasificador sobre la hora en la clasificación.
Me alegro por él, porque es uno de los más queridos jugadores de la Argentina y se lo merece, aunque se va a tener que quedar con las ganas de levantar la copa del mundo, pero a veces todo no se puede.
Contento porque me equiviqué cuando pensé que «el Diego» no iba a ser capaz de manejar como técnico a la selección argentina.
Se me escapó -como seguramente se le escapó a todos los que pensaban como yo- que Él era un ícono, un referente para todos los jugadores y que iba a imponer respeto y que era el que podría transmitirles todo lo que sabía.
Me impactó la nota del New York Times que le pide disculpas a Diego por haber dudado. Creo que todos los que no estábamos del todo convencidos e incluso los detractores más acérrimos, tenemos que hacer un mea culpa y reconocer que nos equivocamos.
Diego, disculpame porque «se me escapó la tortuga»; es que en esto del Fútbol Grande, soy apenas «un cuatro de copas» y evidentemente estoy muy lejos del arco como para pretender ser goleador.
Quiero que sepas que hace mucho tiempo que tengo ganas de cruzarme con vos para poder decirte algo que tengo atragantado y que creo que debés escuchar:
GRACIAS POR TENER SIEMPRE EL CORAZÓN DEL TAMAÑO DE LA CAMISETA.
Porque me llenaste de alegría, sentimiento y pasión con las de Boca y la Selección, porque era un orgullo verte jugando «contra todos y contra todo» en Italia y España, porque siempre entendiste así el fútbol: pasión, garra, sacrificio, ganas de ganar.
Me hubiera encantado verte alzar nuevamente la copa del mundo; otra vez será.
Me gustó verte levantando la copa de Campeón. Una copa que levantás al margen de cualquier resultado.
Hermosa carta y sentimientos q comparto con vos, con respecto al partido y a Diego, salvo q a mi no se me escapó la tortuga, en su momento me abstuve de opinar con respecto a Diego como técnico. Besos a la flia y hasta el próximo encuentro de los compañeritos de tu mujer!!!