A partir del asombro – o no, yo tengo un hijo adolescente – por el examen que les tomaron a los alumnos de la carrera de derecho de la Universidad de La Plata y que fue ampliamente comentada en todos los medios –Clarín, Página 12– me ha surgido una reflexión:
¿Qué es lo que tendrían que saber?
Porque los que fuimos educados en otra sociedad, sin PCs, sin internet ni televisión por cable, más allá de ver un rato de tele a la mañana y otro a la tarde, había que divertirse jugando – se podía salir a la calle más tranquilo – o leyendo.
Se veía la tele, pero uno no encontraba canales que pasaran películas las 24 horas, sino que cuando había alguna, fuera de lo que fuera, se veía, se veían series y documentales, pero siempre era «un poco».
Había tiempo para saber – más o menos – cómo era el mundo y cómo iba.
Hoy mi hijo sabe cuánto cuesta y cómo se construye un avión de combate SUPERFIGHTER SFX10000, pero se me tilda cuando le pregunto algo que para nosotros – mi señora y yo – es básico y cotidiano.
El no tiene la culpa, en la escuela no lo ve, y en casa, lo que ve por la tele suele tener tufillo a alineación con el mayor productor de autoimagen del planeta.
No quiero que eliminen la televisión por cable, que puede ofrecernos cosas interesantes, ni internet, donde uno puede encontrar voces, tales como Eduardo Galeano, Noam Chomski o Michael Moore, entre otros que no repiten lo que dicen los dueños del poder.
Pero volviendo al asunto de qué es lo que deberían saber, me pregunto: ¿No sería lógico crear una materia en la secundaria que además de enseñarles lo básico y elemental como para salir al mundo, le inculcara el deseo de querer saber qué más hay ahí afuera?
Por supuesto que los que estudien leyes deberían saber mínimamente lo que este profesor de derecho romano les preguntó, que a los que estudien medicina les pregunten cosas que sean de interés para los que están en esa carrera, y así para cada orientación.
No me interesa saber quién fue el decimoquinto presidente de la Argentina tal como lo aprenden – por lo menos así lo muestran en la tele – los norteamericanos, pero sí que conozcan aunque no sea necesariamente todos en orden, cuáles fueron nuestros presidentes y que también sepan cuáles fueron los que lo fueron de facto, marcándoles muy bien la diferencia entre ambos.
En la oficina, todos pasamos el test aunque ninguno con 10. Pero «lo pasamos», ninguno hubiera tenido que recursar.
Pero todos tenemos más de 30 años.
¿Alguien conoce algún/a veinteañero/a que se anime a contestar las preguntas del profe?