Hace ya unos meses participé de un concurso de cuentos cortos -de hasta 150 palabras- para promocionar una marca de brandy español.
Ninguno de mis cuatro trabajos enviados fue elegido.
De aquellos que resultaron escogidos, sólo uno de ellos me gustó más que los míos… pero como todo es cuestión de gustos…
Ya que estas narraciones no tienen valor para otra cosa más que para promocionar una bebida específica, es que decid publicarlos.
Espero que los encuentren -o al menos alguno- aceptables.
Náufrago
Despertó porque el sol le quemaba la espalda.
Estaba sobre la arena.
Recordó.
El barco se hundió demasiado rápido.
Estaba en cubierta y se arrojó al mar.
Se puso de espaldas y el mar lo mantuvo a flote.
Pasaros dos días.
Una gaviota lo despertó y vio que en la luz del atardecer se veía una isla.
Hacia allí nadó.
Recorrió la isla.
Vio que era muy pequeña.
Gritó, lloró, maldijo.
Se calmó.
Volvió a gritar, llorar y maldecir.
Aceptó su situación.
Bebió agua de coco y comió los peces que quedaron atrapados en las rocas de la orilla.
Agua de coco, «sushi» -porque no tena cómo cocinarlo- y bananas.
Vio una caja flotando.
La abrió son su navaja suiza.
Brandy de Jerez de la Frontera era su contenido.
Destapó una botella, usó como copa un coco.
Ahora sí poda esperar sin preocuparse que vinieran a rescatarlo.
La luz
Era «el maestro de la luz».
Así era reconocido internacionalmente.
Quienes observaban sus obras, se movían de lado a lado porque tenían la impresión de que los focos que apuntaban al cuadro eran los que generaban esa luminosidad.
La obra parecía tener luz propia.
En su atelier, su caballete y pinturas estaban listas.
Su naturaleza muerta también.
Una botella abierta de brandy, el tapón junto a ella y una copa de cristal al otro lado con el contenido reflejando la luz de la ventana.
Comenzó a mezclar colores, pero no había combinación que lo satisficiera.
Probó pincelada tras pincelada, combinando colores vez tras vez.
El lienzo quedó lleno de intentos por mostrar lo que estaba viendo.
Se dio por vencido.
Ese color era único, irrepetible.
Tomó la copa, se sentó en un sillón y con los ojos entrecerrados comenzó a disfrutar otra magia: su sabor y su aroma.
Esperando al enemigo
Hacía ya tres semanas que habían tomado el pueblo.
Luego del bombardeo, su tarea y la de su gente haba sido de «limpieza».
Cómo odiaba que lo hubieran enrolado y le dieran el mando de un pelotón!
Él era arquitecto, un artista, famoso por sus proyectos.
Estaba para crear, no para matar.
Por eso nunca disparó un tiro.
Tena un revólver con 6 balas.
Ayer el enemigo haba iniciado las acciones para recuperar la posición.
Superados en número, se replegaron. Ellos avanzaban matando a todos.
Rodeado y sin escape.
Esa noche buscó resguardarse en una casa, porque de noche no atacaban para evitar bajas.
Amanecía.
En un rincón vio una caja de madera, con una botella y una copa.
Brandy «CARD».L»».ZA se lea en la rota etiqueta.
Limpió la copa con su camisa y sirvió el licor.
Cerró los ojos y esperó el desenlace disfrutando la bebida.
George Mockingbird Woodgate
George Mockingbird Woodgate.
Británico, flemático, despreciador de todo lo que no sea inglés (con algunas excepciones) y metódico.
Tenía un extraño nombre de pila, inusual en Inglaterra y un apellido.
Su segundo nombre era producto de la desgraciada tendencia de su padre de beber en exceso, y que la noche en que nuestro personaje nació, lo celebró con el notario del pueblo en la taberna.
Por la mañana, yendo a registrar su nacimiento, los sorprendió el canto de un sinsonte y eso provocó que en homenaje fuera llamado así.
Por supuesto, odiaba a padre y sinsonte por igual.
Se preparaba a escribir y se servía una enorme copa de brandy.
Comenzaba a beber disfrutando la bebida, que era un elíxir.
Despreciaba el licor español a medida que bajaba el nivel de este.
Nunca había sido buen bebedor ni escritor.
Pasó por la vida sin pena ni gloria.