Ayer fui con mi hijo Martín a comprar el libro Nº4 de Harry Potter. Harry Potter y el cáliz de fuego.
Fuimos al shopping Alto Avellaneda. En la librería Yenny estaba agotado, por lo que decidimos ir a Musimundo a ver si ahí sí estaba.
Encontramos el Nº1, el 2, el 3, el 5… pero no el que estábamos buscando.
Quizás estuviera en depósito, qué mejor que preguntarle a algún empleado, ¿no?
Había un muchacho con anteojos (gafas), pelo largo y cola (coleta) que estaba reponiendo DVDs en los estantes y decidí preguntarle.
Luego de palmearme el brazo, se dirigió al estante a ver si allí estaba. Como – por supuesto – no lo encontró, me dió unas palmadas en el hombro y me dijo que iría a ver en el sistema. Dió media vuelta y cuando estaba dirigiéndose hacia la computadora, se dio cuenta de que a Martín no lo había palmeado; se dio vuelta y también a él le dio unas palmaditas en el brazo.
¡Qué buena onda!, era sumamente amable, hablaba como hablaban los hippies en los sesentas, «todo estaba bien».
Seguimos curioseando por los estantes viendo qué otros libros tenían, cuando me di cuenta de que estaba tardando mucho. ¿Estaría en el depósito? Seguramente nos íbamos a ir con el libro.
Cuando miro hacia el lugar donde este empleado había estado colocando los DVDs, lo veo con 3 o 4 en la mano, ordenándolos en los estantes.
Seguramente colocaría los DVDs en su lugar y luego vendría a decirme que sí lo tenían… o que no…
De pronto se da vuelta, y palmea en el brazo a otro cliente que estaba detrás de él, en otra estantería, mirando, y con los mismos gestos «buenaonderos» le pregunta – supongo – si necesitaba algo. Veo que el cliente le niega con la cabeza y entonces vuelve a su tarea de acomodar la mercadería.
Unos instantes después, el cliente se da vuelta, le pregunta algo y nuevamente unas palmadas y larga charla…
¿Y nosotros?
¡Eh, pibe!… Cheee!!!…
No, no iba a llamarlo. Nos había olvidado.
Por supuesto, nos fuimos, en parte enojados, en parte sorprendidos, y hasta divertidos por la situación tan ridícula.
Así que: si llegan a ir al Alto Avellaneda y en el local de Musimundo quieren preguntar algo, recuerden no hacerlo a quien correspondan estas características: joven, sexo masculino, aproximadamente 1,70 m de altura, cabello largo atado, anteojos.
Es extraordinariamente amable, pero la memoria a corto plazo le falla. No puedo creer que lo haya hecho adrede.
Trataré de encontrar hoy a Harry en alguna librería cerca de mi trabajo.
Bueno eso tiene una explicación científica: el famoso síndrome palmípedo con efecto Dory.