¡¡¡Qué cagada!!!… haber tenido la razón

Este post originalmente fue publicado el 16 de septiembre de 2018, pero por un problema con el sitio en donde estaba publicado, las palabras acentuadas aparecían con extrañísimos caracteres y ya nunca pude repararlo. Es por eso que lo vuelvo a crear 5 años más tarde, porque creo que puede volver a suceder lo mismo que generó que escribiera esto:

Eran los primeros días de 2016.
Era en el comienzo del gobierno de Mauricio Macri, que ganó las elecciones -según el diario pro Cambiemos– por 51.34% contra 48,66%. Fueron 25.297.924 votantes, y la diferencia fue de 678.774 votos.
Por poco o mucho, había ganado el candidato que había dicho Podemos vivir mejor.
Ya diría algo más.
En una esquina de av. Corrientes y av. Scalabrini Ortiz, una parejita joven, uno portando cámara y la otra micrófono, me abordaron para hacerme algunas preguntas.

El video me exime de explicar nada.

En ese minuto que acabás de ver, no sólo pude exponer mi punto de vista, sino que el conductor, Alejandro Liska hace el cierre de la nota y responde a lo que yo expuse dando a entender que yo estaba equivocado.
Y YO NO ESTABA EQUIVOCADO.
1.000 días mas tarde

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4 cuentos cortos

Hace ya unos meses participé de un concurso de cuentos cortos -de hasta 150 palabras- para promocionar una marca de brandy español.
Ninguno de mis cuatro trabajos enviados fue elegido.
De aquellos que resultaron escogidos, sólo uno de ellos me gustó más que los míos… pero como todo es cuestión de gustos…
Ya que estas narraciones no tienen valor para otra cosa más que para promocionar una bebida específica, es que decid publicarlos.
Espero que los encuentren -o al menos alguno- aceptables.

Náufrago

Despertó porque el sol le quemaba la espalda.
Estaba sobre la arena.
Recordó.
El barco se hundió demasiado rápido.
Estaba en cubierta y se arrojó al mar.
Se puso de espaldas y el mar lo mantuvo a flote.
Pasaros dos días.
Una gaviota lo despertó y vio que en la luz del atardecer se veía una isla.
Hacia allí nadó.
Recorrió la isla.
Vio que era muy pequeña.
Gritó, lloró, maldijo.
Se calmó.
Volvió a gritar, llorar y maldecir.
Aceptó su situación.
Bebió agua de coco y comió los peces que quedaron atrapados en las rocas de la orilla.
Agua de coco, «sushi» -porque no tena cómo cocinarlo- y bananas.
Vio una caja flotando.
La abrió son su navaja suiza.
Brandy de Jerez de la Frontera era su contenido.
Destapó una botella, usó como copa un coco.
Ahora sí poda esperar sin preocuparse que vinieran a rescatarlo.

La luz

Era «el maestro de la luz».
Así era reconocido internacionalmente.
Quienes observaban sus obras, se movían de lado a lado porque tenían la impresión de que los focos que apuntaban al cuadro eran los que generaban esa luminosidad.
La obra parecía tener luz propia.
En su atelier, su caballete y pinturas estaban listas.
Su naturaleza muerta también.
Una botella abierta de brandy, el tapón junto a ella y una copa de cristal al otro lado con el contenido reflejando la luz de la ventana.
Comenzó a mezclar colores, pero no había combinación que lo satisficiera.
Probó pincelada tras pincelada, combinando colores vez tras vez.
El lienzo quedó lleno de intentos por mostrar lo que estaba viendo.
Se dio por vencido.
Ese color era único, irrepetible.
Tomó la copa, se sentó en un sillón y con los ojos entrecerrados comenzó a disfrutar otra magia: su sabor y su aroma.

Esperando al enemigo

Hacía ya tres semanas que habían tomado el pueblo.
Luego del bombardeo, su tarea y la de su gente haba sido de «limpieza».
Cómo odiaba que lo hubieran enrolado y le dieran el mando de un pelotón!
Él era arquitecto, un artista, famoso por sus proyectos.
Estaba para crear, no para matar.
Por eso nunca disparó un tiro.
Tena un revólver con 6 balas.
Ayer el enemigo haba iniciado las acciones para recuperar la posición.
Superados en número, se replegaron. Ellos avanzaban matando a todos.
Rodeado y sin escape.
Esa noche buscó resguardarse en una casa, porque de noche no atacaban para evitar bajas.
Amanecía.
En un rincón vio una caja de madera, con una botella y una copa.
Brandy «CARD».L»».ZA se lea en la rota etiqueta.
Limpió la copa con su camisa y sirvió el licor.
Cerró los ojos y esperó el desenlace disfrutando la bebida.

George Mockingbird Woodgate

George Mockingbird Woodgate.
Británico, flemático, despreciador de todo lo que no sea inglés (con algunas excepciones) y metódico.
Tenía un extraño nombre de pila, inusual en Inglaterra y un apellido.
Su segundo nombre era producto de la desgraciada tendencia de su padre de beber en exceso, y que la noche en que nuestro personaje nació, lo celebró con el notario del pueblo en la taberna.
Por la mañana, yendo a registrar su nacimiento, los sorprendió el canto de un sinsonte y eso provocó que en homenaje fuera llamado así.
Por supuesto, odiaba a padre y sinsonte por igual.
Se preparaba a escribir y se servía una enorme copa de brandy.
Comenzaba a beber disfrutando la bebida, que era un elíxir.
Despreciaba el licor español a medida que bajaba el nivel de este.
Nunca había sido buen bebedor ni escritor.
Pasó por la vida sin pena ni gloria.

Cuando el himno se canta con sentimiento

Hace unos años puse un post en donde hablaba de los sentimientos que me generaba el ver en la tele a los hinchas argentinos cantando el himno, sobre todo cuando coreaban la parte que sólo era música.

Hasta ayer nunca había tenido la oportunidad de participar del canto en vivo junto a muchos miles de compatriotas.

Es indescriptible.

Es una experiencia que recomiendo tener.

Cuando se está rodeado de personas que le ponen tanto sentimiento el hecho de cantar el himno, es imposible no sentirse parte de un todo.

Todos con un mismo sentimiento.

Lo que puede mostrarnos un video o un audio, es incomparable a sentirlo in situ.

En el video tal vez no se perciba tan bien como estando ahí el sentimiento de la gente cuando se llega a la parte final y la gente cantaba/gritaba «O juremos con gloria morir».

Me sentí feliz y orgulloso de estar rodeado de gente que sintiera de esa manera su «argentinidad».

Todas las palabras tienen una definición académica

Los hippies para referirse a otra persona la llamaban hermano o hermana y no porque tuvieran parentesco alguno o pertenecieran a alguna cofraía o congregación.
Utilizaban esa palabra para incluir a los otros dentro del concepto de semejantes.
Era su método para generar conciencia de que quienes formábamos parte de la humanidad éramos iguales.
Hubo en esa época gente que se sentía molesta por ese término (incluyendo los hábitos y la filosofía) y denostaban y rechazaban a los hippies porque consideraban que el cambio ¿de paradigma podríamos decir? iba en contra de lo establecido desde «siempre». Aunque nunca fue «siempre», ya que basta con elegir un país cualquiera y podremos ver de qué manera los hábitos y las costumbres cambian al correr de los años.

Con relación al género en el lenguaje, tenemos hábitos quizás hasta dobles.
Si hablo de trenes y digo «maquinista» o si hablo de taxis y digo «taxista» seguramente a pesar de género femenino de la palabra, la primera imagen que se nos presente sea la de un hombre.
En cambio la palabra «recepcionista» seguramente nos generará la idea de una mujer excepto tal vez cuando sea en un área de seguridad, en donde esperaremos ver a un hombre.
Imaginaremos a una mujer como telefonista, a un hombre como ascensorista o astronauta, y otros como por ejemplo activista que según la última imagen que tengamos de un acto activista veremos a hombres o mujeres y en otros casos a ambos sexos.
Greenpeace contra el desmonte en el Chaco o Salta nos inclina a ver hombres.
A favor del aborto, nos hará ligar esta lucha con las mujeres.
Contra el trabajo infantil a ambos sexos.
No sé cuántos podrán asociar a Médicos sin Fronteras sólo con hombres.
Quienes usan el lenguaje inclusivo lo hacen para generar conciencia de la misma manera que los hippies en los 60´s.
No con la misma finalidad de evitar discriminación en sí misma, sino discriminación hacia el «sexo débil».
Para poner unos pocos ejemplos, hay mujeres boxeadoras, levantadoras de pesas, corredoras de autos todas tareas que hasta hace no muchos años hubieran sido impensadas.

Las pioneras fueron estigmatizadas. Hoy verlas ejerciendo esas profesiones no nos mueve un pelo (siempre hay gente a la que sí, pero son minoría).
Para llegar a esa aceptación de que «el otro sexo» pueda trabajar de o tener determinado hobby, el camino de «todes» quizás dé un buen resultado, pero mientras que un director de empresa gane más que una directora de empresa, o un empleado más que una empleada o en la tarea que sea, habrá que seguir luchando.
Debo admitir que escuchar hablar en lenguaje inclusivo me genera una cierta incomodidad, pero del tipo lingüístico, ya que aún debo convertir las palabras terminadas en «e» en las que estoy habituado a escuchar o leer con «a» o con «o».
Algo que es absolutamente seguro, es que esta «movida» de instalar el lenguaje inclusivo no va a pasar sin dejar una huella.
Podrá perder impulso, incluso desaparecer del uso cotidiano, pero quedará como un intento de mejorar a la humanidad (le humanided? 😉 ) tal como el Paz y Amor de hace medio siglo aún sigue vigente.
Siéntanse incómodos -si quieren- quienes están de uno u otro bando, pero nunca se enojen.
Defiendan la libertad de expresarse tanto la propia como la ajena.
Las palabras no son por sí mismas buenas o malas.
Tuve la experiencia de que por una mala maniobra del chofer del colectivo en el que viajaba recibiera el insulto de un taxista: ¡COLECTIVERO!
Durante muchas cuadras el CHOFER repetía en voz alta: ¡Me dijo COLECTIVERO!
Él era colectivero, pero no ¡COLECTIVERO! (pronúnciese esta última palabra con tono despectivo y ofensivo para entender acabadamente).

Lo injustificable…

Voy a ser simplista.
Esto lo están leyendo 2 clases de personas:
Los que van a interesarse por lo que aquí se plantea y los que no.
Los que se interesan, quizás, si no les parece muy extenso, terminen de leerlo, compartan en todo o en parte lo que expongo, y los que al ver el tema, abandonen la página espantados, desinteresados o furiosos, pudiendo haber combinaciones de esos estados de ánimo.

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